jueves, 14 de abril de 2011

Terremoto

Terremoto
Día miércoles, con una tarde muy pesada por el sol de febrero, José terminaba de hojear unos papeles, del evento que estaba por organizar, en un momento impredecible, todo empezó a temblar, el suelo , las paredes, el techo, el movimiento se puso mas fuerte, las ventanas de la pequeña oficina que había montado para su trabajo, reventaron con sonido estridente que José, lo único que supo hacer es colocarse debajo del escritorio, tal como le habían enseñado en el colegio, al cubrirse escucho y vio como las paredes y parte del techo se desprendías en bloques de mediano tamaño. El movimiento duro cerca de 6  minutos, cuando paro, José salió de su escondite, rápidamente; en la desesperación empezó a marcar su celular, no había señal, salió al exterior del recinto y solo veía gente tirada en las calle, personas inconscientes; empezó a pedir auxilio, nadie lo escuchaba, se percato que no tenia ninguna herida o fractura en su cuerpo, volvió a marcar el numero de su casa y de los celulares de sus hermanos, seguía sin señal, empezó a caminar en dirección de su casa, temía que le haya sucedido algo a su familia.
El camino a su casa era un poco lejos, la ciudad estaba totalmente destruida, nuca había estado en un terremoto; postes caídos, pistas agrietadas, profundos huecos, paredes caídas, puentes peatonales rotos, atravesó muchos obstáculos; llegando a la avenida donde se ubicaba su hogar, reconoció a muchas personas, que lloraban, se persignaban, muchas gritaban de dolor, otras rezaban en su fanatismo, José se desespero y empezó a correr, hasta llegar a las ruinas del edificio donde quedaba su casa.
Al pasar entre los escombros de su hogar, sintió un fuerte vacio en su interior, a la vez un hincón doloroso en su corazón, un presentimiento lo aturdió.
Apresuro el paso, mientras miraba a la gente que caminaba como zombi, algunos no creían lo sucedido, otros rezaban como si fuese el día del juicio final, muchas gente gritaba los nombres de sus seres queridos, otros buscaban entre los escombros de las casas o construcciones de edificios que se habían caído.
Al llegar al parque que estaba a tras de su casa, vio una multitud de personas, reconoció a sus vecinos, percibió que toda la zona esta en obscuras, salvo por los rayos que salían de los cables eléctricos tumbados en las calles y pequeñas fogatas hechas por grupos de personas que estaban ahí para mantener el calor y la luz infaltable en estos casos.
José empezó a emitir el silbido familiar, una y otra vez y nada no escuchaba respuesta, su corazón empezó a palpitar mas fuerte, pero su cerebro mantenía la calma, - “…si me desespero perderé la cordura, aguanta José”, - se decía a si mismo...
Volvió a silbar, esta vez escuchó, en forma de respuesta un grito de mujer -  aquí estamos José, aquí estamos - cuando José agudiza la vista vio a su hermana Alejandra, agitar las manos en alto, se dirigió hacia ella, y encontró a su hermana y a su madre, junto a unos cuantos vecinos del edificio, saludo a Alonso que era uno de ellos y hace mucho que vivía solo, no tenia familia, por eso no le sorprendía que no estuviese preocupado, al abrazarlas , observo que las dos estaban nerviosas, las calmo acariciándoles la cara a cada una y besándolas en la frente, infundiéndoles palabras optimistas y dulces.
José ¿Jean Carlo donde estará? – Pregunto su madre, - calma mamá el estará bien – contesto Alejandra, José, busco su celular y trato de llamar al teléfono de Jean Carlo, pero todos los medios de comunicación habían caído, el ruido que emitía el auricular era de una desesperante estática.
Alejandra y José cruzaron miradas de angustia, José seguía con los hincones y la corazonada de que algo mal estaba saliendo.
Mamá iré en busca de Jean Carlo y lo traeré, no te preocupes -  le dijo José con voz firme a su madre.
José confiaba en que su hermano había sobrevivido, los dos fueros Scouts de niños sabían como actuar y como sobrevivir, en todo tipo de situaciones; salió en su búsqueda.
Su hermano no vivía muy lejos, a unos cuantos cruces de avenidas, pasando el ovalo principal de su distrito, mientras caminaba, los recuerdos de infancia lo inundaron, con una gran nostalgia, “…Ya sabes José, si nos perdemos, siempre camina con mucha precaución, si vas de sur a norte camina por el lado izquierdo de tu cuerpo, y si es de norte a sur camina por tu lado derecho, igual de este a oeste por el lado derecho, y si es de oeste a este por tu lado izquierdo…”. – José reacciono al llegar a uno de los primeros cruces de avenidas, observo  que todas las tiendas , bancos, casas y edificios, que habían , todos estaban colapsados, regreso a la realidad , gritos, llantos y desesperación por todos lados, la angustia le volvió, ese vacio profundo en su corazón, “mi hermano,” pensó; de golpe se le vino a la memoria un nombre del que se había olvidado hasta el momento, “Andrea”, recordó, “¡no, no, no puede ser ella¡”,  pensó en voz alta, sacó otra vez el celular y busco su  número, timbró,  recibió la misma respuesta, estática, busco mensajería de texto, “de repente eso funcionaria”, imaginó, a la vez que escribió y envió el mensaje, pero no había señal,  miró por todos lados, y por un momento se quedo en el aire, por primera vez no sabia que hacer, se tranquilizó, y ordenó su mente, “ ya que estoy aquí, ubico a Jean Carlo y luego voy en busca de Andrea”, siguió por el mismo camino pero esta vez un poco mas deprisa, con cada paso que hacia, su mente se sumergía de nuevo en otro recuerdo, en un recuerdo un poco doloroso,”…si ella termino con migo para estar con ese gordo patán”, “ tu los viste besándose en la fiesta”, “ aun la quieres, aun la quieres…”, una explosión, que provenía del otro lado de la avenida lo despertó del nuevo sueño en que estaba, “ya falta poco” se dijo así mismo, continuo con el recorrido.
Al alcanzar el ultimo cruce de avenidas, siguiendo hacia el sur, llegó al grupo de viviendas donde el hermano de José se encontraba, vio una gran fogata en el sardinel que estaba en medio de la pista y empezó a emitir el sonido del silbido familiar, volvió a repetirlo, y escucho la respuesta del silbido, enfoco bien la mirada  y vio una sombra que agitaba un solo brazo, ya que el otro lo tenia pegado al pecho; se acerco rápidamente y abrazó a su hermano, - JC, que fue tu ¿tu brazo?, ¿que pasó?, -  pregunto José, - nada solo me fracture el brazo, al tratar de salir, me salve de un pelo, todo el techo de mi departamento colapso, y eso que nos dijeron que eran antisísmicos, los del gobierno son unos mentirosos y ¿ mamá y Alejandra como están?- respondió, Jean Carlo, -están bien no te preocupes, es mas vamos a verlas, - le dijo con voz suave José a su hermano, - ya pero me preocupa Adriana, ¿estará bien?, no logro captar señal de audio o internet – Jean Carlo le preguntó un poco melancólico a José, - no te preocupes ella estará bien; mira, haremos esto, a mamá y Alejandra la llevamos donde mi tía Carmela, que estén Mi tía, Danny, Vanny, Alejandra y Mamá juntas, y cada uno sale a buscar, yo a Andrea y tu a Adriana, luego regresamos y vamos a buscar a la abuela OK – dijo José a Jean Carlo – buen plan, me gusta, pero caminemos despacio, cuando muevo mucho el brazo me duele y eso que he tomado varias pastillas para el dolor, me las saque del botiquín que tenia el medico del costado jajaja – rio fuertemente jean Carlo, que muchos de sus vecinos lo miraron con asombro - ya entonces vamos – repitió  José haciéndole una seña con la mano.
Caminaron de regreso al lugar donde se encontraba la familia de José, llegando al ovalo, el celular de Jean Carlo suena, a la vez que a José se le hundía el corazón de angustia, y desesperación, el no entendía que era lo que le sucedía, ¿Por qué sentía eso? ¿Por quién sentía eso?, - ¿Quién era, J.C.?, pregunto con voz calmada, pero triste  José, - es Adriana dice que esta bien y su familia también, que me va a estar esperando, - respondió alegre Jean Carlo, José se quedo inmóvil por unos segundos, al reaccionar saco el celular y marco el numero de Andrea, había línea, pero sonaba apagado, - “…no creo, no lo creo, ella no puede estar…, no, no lo creo…”, pensó desesperadamente José, comenzó a caminar, alcanzando a su hermano, Jean Carlo lo miro y le vio una cara de angustia y terror, pero decidió no preguntar que pasaba.
Al llegar al grupo donde estaba su madre y la hermana, Jean Carlo Saludo efusivamente a las dos sin abrazarlas muy bien por el brazo fracturado, empezaron a regresarle los dolores a Jean Carlo, justo había un grupo de vecinos amigos de la infancia, que con José decidieron ir al Inkafarma del costado, farmacia que estaba en ruinas; a buscar todo tipo de medicinas que podrían ayudar a los heridos que estaban ahí, pues la ayuda medica todavía no llegaba, ya que vivían en una zona residencial, muy alejada de la civilización.
Recogieron varias medicinas repartiéndolas equitativamente en los pequeños grupos de familias y vecinos que se habían formado en el parque.
Una vez organizado el grupo vecinal y estando atento a las inquietudes de su madre, José y Jean Carlo decidieron enrumbar a la casa de su tía para dejar a su madre y su hermana con ellas y estén mas tranquilas.
Caminando, por las calles de su distrito, la familia Garay, que era el apellido de todos, vieron y entendieron lo devastador que podría ser un terremoto, calles muy obscuras, gente caminado como zombis, gimiendo, sollozando, vociferando, perdón de Dios, - “…como si Dios tuviese algo que ver con un desastre natural y científico…” – pensó José en su interior, ya que no podía decir eso en voz, alta por que su mamá y su hermano eran fieles devotos católicos,
En cambio la madre en voz muy queda agradecía a Dios, María, Cristo y la que siempre lo acompaño a María Magdalena, José la miraba con una alegría de que estuviera viva, que se le llenaron los ojos de lágrimas, pero otra vez ese hincón y ese profundo vacio en su corazón. ¿Qué pasaba?, no lo entendía.
Al llegar a las ruinas, de la casa de la tía de José, todos se saludaron y encargaron el cuidado de su mamá y hermana, a la tía y primas,  prometiendo regresar; cada uno de los hermanos fue en busca de sus corazones.
Corría  la media noche, el camino hacia la casa de Andrea era muy larga, las calles demasiado obscuras, al pararse en un grifo destruido, grito preguntando si había alguien, moviendo unos escombros encontró el cadáver de uno de los trabajadores, del grifo, José se asusto, tuvo ganas de vomitar, se le revolvió el estomago, y por primera vez después de quince años, se persigno.
Arrancó un pedazo de tela del la vestimenta del grifero muerto, rompió un pedazo de palo de escoba, amarró la tela y lo mojo en un charco de gasolina que estaba derramada en una de las islas, entro en las ruinas del market del grifo y pudo recoger un encendedor botado en el mostrador, prendió la antorcha, y con la luz del fuego, continuo su camino.
Los recuerdos inundaron por tercera vez sus pensamiento, - “…Andrea, espera por favor, podemos hablar, - dijo José bajando las escaleras apresuradamente, Andrea paró y volteó, con voz tajante le contesto – que quieres, tengo que irme estoy apurada – solo quería decirte que me gustas y si querías ser mi enamorada, - José lo dijo, profunda y  tímidamente – no, ahora no te puedo corresponder, pero con el tiempo de repente, - Andrea bajo muy rápido las escaleras para que José pueda reaccionar, sin pestañear, se dio media vuelta y regreso a su salón…”,- un ruido muy estridente lo devolvió a la realidad, era la detonación de un balón de gas de una tienda, José cambio de rumbo y empezó a bordear toda la avenida contraria a en donde ocurrió la detonación, alejándose los mas rápido posible , de la zona.
Llegando al cruce de dos avenidas conocidas, escuchó los gemidos de dolor y el grito de auxilio de un señor; se acerco al grupo de carros chocados, que había frente al grifo destruido, y vio a un señor que trataba de salir de uno de los coches, José lo ayudo a salir, notó que la pierna izquierda del señor estaba quebrada, lo tendió en el piso  y calmo al señor; se acordó, que se había guardado en el bolsillo algunos analgésicos – “por si acaso, uno no sabe”, - se decía, le dio a tomar tres pastillas, busco y encontró unos palos que le sirvió de tablillas para amárraselas alrededor de la pierna, lo cargo y lo ayudo a caminar, hasta un grupo de señores que estaban en el sardinel, en medio de la avenida principal, mientras  atendían al señor, José retomo su viaje, soñando con los recuerdos – “…Patrulla guías fórmense, - se escucho a lo lejos en la carpa de los Scouter, se quedaran en la isla San Lorenzo hasta el día Domingo a las cuatro de la tarde, hora en que serán recogidos y de regreso a sus casas, - se escucho, en voz firme, - no lo olviden esta es su ultima prueba, la prueba de supervivencia, esperamos no lamentarnos, el domingo; ustedes son Scouts Marinos y sabemos que no nos defraudaran…”
La antorcha se apago con un ventarrón de aire frio, se dio cuenta que estaba cerca al malecón, se había desviado demasiado de su objetivo, prendió de nuevo la antorcha, se sentó a descansar en uno de los paraderos de la avenida Brasil, “… ya estoy cerca, ya estoy cerca…” – se repetía, para darse animo.
“…Rodolfo, es sábado, te toca ir a recoger la leña para la fogata – gritó Alfonso, líder de la patrulla “guías”…, -  ya voy - respondió Rodolfo…”, José reconoció la avenida que lo llevaba hacia la casa de Andrea, rodeo unos cuantos carros estrellados en la pared de una pollería, mientras seguía recordando – “…Tanto se demora Rodolfo, ha pasado dos horas y no regresa – habló  Alfonso con tono preocupado – “si esta por anochecer iré a buscarlo” – dijo Ricardo guía de la patrulla “rinocerontes” – te acompaño - dijo José, en esa entonces guía de la patrulla “halcones”.
A unos cuantos metros del campamento en un acantilado cerca a la playa de la parte occidental de la isla se escuchaban los gritos de Rodolfo guía de la patrulla “leones”, que había caído en lo profundo, atrapado entre las rocas con un brazo roto y zafado de su sitio, eran gritos desesperación, dolor y angustia; José bajo a calmarlo, mientras Ricardo iba por los demás.
Reunidos todos, empezaron a aplicar, el entrenamiento de rescate, aprendido días atrás; una vez arriba, toda la patrulla del campamento empezó a dar ideas de cómo deberían colocar el hueso en su sitio y entablillarlo, llegando a un acuerdo, pero nadie lo quería hacer, Guillermo, guía de la patrulla águilas, era el mas “carnicero”, así que se ofreció a hacerlo, pero necesitaba ayuda, sorteando el puesto; José saco la pajita mas chica , él lo ayudaría, los demás trajeron el botiquín y sacaron el frasco de analgésicos y se lo empezaron a poner en la boca de Rodolfo, - toma pásalos con esto, Alfonso había traído una “chata” de Ron a la mitad, todos lo quedaron mirando, - los analgésicos mas esto lo calmaran en una mientras ellos colocan el hueso, ya no gritará,- todos nos miramos y acentuaron la cabeza como un si y al cabo de unos minutos, Guillermo cogió la parte de la mano de Rodolfo y José se aferró del antebrazo, cerca del codo; a la voz de tres jalaron y de un tirón, colocaron el hueso del brazo en su sitio, los dos sudosos, empezaron a entablillar con cuidado , todo el brazo, mientras Rodolfo dormía, por el efecto de la combinación de las pastillas y el ron…” – “ya falta poco” -  se dijo a si mismo, continuo con el recuerdo,- “… Es grato darles la medalla de honor y el cordón Kontiki Wiracocha, galardón otorgado a los pocos Scouts marinos en el transcurso de nuestra historia, también, rendir homenaje a los guías de Patrulla, Guillermo, José y Alfonso, por demostrar su eficacia en la prueba difícil de primeros auxilios, acá están sus respectivas insignias, felicitaciones,-  Guillermo y José miraron a Alfonso con una sonrisa de asombro –  ¿funciono no? ¡Jajajajaaj! – les respondió este con una fuerte carcajada; rieron fuertemente los tres…” al despertar el recuerdo José percibió en su rostro una ligera risa, mientras escuchaba las risas de alegría de un grupo de personas  que se abrazaban, al parecer familiares que se encontraban.
José ya había llegado a la Plaza donde se ubicaba la casa de Andrea, eran las tres de la madrugada, todavía había tela y combustible, para mantener la antorcha prendida, comenzó a recorrer  todos los grupos de personas que estaban acampando en la plaza que no estaba destruida, solo el poste central había caído.
Empezó a preguntar por el apellido de la familia, pero nadie la conocía; cuando se empezaba a angustiar, una niña se le acerco, diciéndole que en su colegio tenia una compañerita, con ese apellido, que hacia una hora que se habían ido con otro grupo de señores al parque que estaba por la huaca, camino al puerto, que la ayuda llegaría desde ahí.
José se enrumbo, hacia el parque, rogándole por segunda vez a Dios que Andrea estuviese bien, al llegar empezó a buscar, por cada grupo, hasta que la encontró a lo lejos,  abrazada con el chico gordito, pensó en angustiarse, pero el ver que estaba bien y contenta con su familia y el ser que ella había elegido, José se alejo, sin decir nada.
Camino de regresó a donde había dejado a su familia, sintió de nuevo ese hincón y angustia, medito – “mi madre y mis hermanos están bien, mi familia estaba bien, Andrea estaba bien, ¡quien podría ser! ¿El mismo?, pero el se sentía bien, llegó donde su familia cuando era ya de día, los abrazó fuertemente y se alegro de tenerlos vivos.
Ya habían pasado ocho días de la tragedia, y la Cruz Roja Internacional les habían mandado carpas familiares y bolsas de dormir térmicas, ya que a raíz del terremoto el clima había cambiado bruscamente, y por las noches bajaba la temperatura demasiado; José  y Jean Carlo estaban Jugando una partida de monopolio,( juego que habían encontrado entre los escombros de los edificios) y escuchando el informativo de la radio a pilas que Jean Carlo había traído de los restos de sus cosas que había recuperado en lo que había sido su departamento, cuando al lanzar los dados, José volvió a sentir ese hincón en el medio del corazón, una angustia profunda que lo incomodo, al recuperarse, la madre entro corriendo, para alzar el volumen de la radio, José y Jean Carlo, se miraron boquiabiertos, al escuchar el nombre de uno de los muertos, era el de Martín Garay Zapata, ¡se habían olvidado de su padre!.

Fin

1 comentario: